Nos proyectamos hacia afuera atraídos por la belleza que vemos en las cosas, sin darnos cuenta de que ellas no son sino reflejo de la belleza real. Y la belleza real está dentro de nosotros. Y así, paradójicamente, mientras más nos proyectamos hacia la belleza, más nos alejamos de ella, que está en la dirección opuesta de donde la vemos: está en nuestro interior.
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